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Black Power

Dentro de todos los problemas por los que estamos pasando como sociedad, el más reciente y, probablemente, el que en las últimas semanas más ha causado molestia y manifestaciones, es el de la lucha contra el racismo y los actos racistas. Sin embargo, esta no es una lucha que recién hubiere empezado.


Llevamos varias décadas lidiando con un problema que ya debería haber quedado en el pasado. La lucha por la abolición de la esclavitud, segregación racial o los movimientos liderados por Martin Luther King o Nelson Mandela deberían haber marcado el fin de prácticas e ideales que se encuentran totalmente alejados de la humanización y los derechos humanos. No obstante, esto no es así.


Desafortunadamente continuamos viviendo en una sociedad racista, inmersa en una serie de estereotipos e ideales negativos que clasifican a las personas de acuerdo con su color de piel, preferencias o su nacionalidad. De tal manera, como personas preparadas, capacitadas y con voz, tenemos la obligación de manifestarnos por la equidad e igualdad sea el ámbito en el que nos desempeñemos; incluido aquí el deporte.



El apoyo deportivo a estos movimientos no se ha realizado, como vemos hoy día, únicamente a través de campañas publicitarias como la de Nike, publicaciones de equipos y figuras deportivas en redes sociales o intercambio de mensajes por parte de atletas. El apoyo comenzó desde hace unas décadas con documentos como la Carta Olímpica o la Carta Internacional de la Educación Física, la Actividad Física y el Deporte de la UNESCO en donde se señala que “Toda persona debe tener la posibilidad de practicar deporte sin discriminación de ningún tipo y dentro del espíritu olímpico, […]”[1] y “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en ella, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición,[…]”[2]


A pesar de ello, lo movimientos anti-discriminatorios no han quedado únicamente en papel. También hemos visto manifestaciones físicas que han ido desde portar playeras de calentamiento con algunas frases, donaciones económicas a determinadas fundaciones y arrodillarse al escuchar el himno nacional o la simple portación de guantes color negro.


Los Juegos Olímpicos de 1968 no solo marcaron la historia por ser los primeros en celebrarse en un país latinoamericano o por ser los primeros en los que una mujer fue la encargada de encender el pebetero olímpico. México 68 también quedó marcado por una manifestación pública encabezada por los atletas - 200m planos - estadounidenses Tommie Smith y John Carlos.


Con una probable inspiración sobre lo que años antes había hecho Jesse Owens en Berlín 1936, Smith y Carlos demostraron su nivel atlético ganando las medallas de oro y bronce, respectivamente, pudiendo cerrar todo un ciclo de preparación con unas medallas colgadas en sus cuellos. Sin embargo, lo que más se recuerda de este evento no es el resultado que obtuvieron, sino lo ocurrido en el podio mientras se escuchaba el himno nacional norteamericano en el Estadio Olímpico Universitario.



Smith y Carlos subieron al podio en la compañía del australiano Peter Norman, pero de inmediato dejaron ver que esta ceremonia sería distinta a cualquier otra. Los tres atletas portaron una insignia del Proyecto Olímpico de Derechos Humanos pegadas a su pecho, pero los norteamericanos dejaron en claro que había algo más a lo que se tenía que poner atención. Ambos se pararon en el podio sin calzado, dejando entrever unos calcetines color negro, Smith con una bufanda negra rodeando su cuello, Carlos con su chamarra abierta y ambos con un guante negro en una de sus manos – ellos tenían pensado el utilizar guantes negros durante la ceremonia; sin embargo, John Carlos dejó olvidados los suyos en la Villa Olímpica, por lo que decidieron que cada uno utilizaría un guante, uno en cada mano -.


Así vestidos, con la cabeza inclinada y alzando el brazo con el guante negro, dos atletas olímpicos dejaron ver que utilizaban su voz para manifestar el descontento por el que una comunidad atravesaba desde varios años atrás.



A pesar de que esta manifestación no fue bien vista por la comunidad internacional (incluso haciendo que Tommie Smith y John Carlos fueran expulsados de la Villa Olímpica por actos en contra de la neutralidad política que incentiva el Olimpismo), este suceso dejó marcado en la historia un precedente que continúa vigente hasta hoy: a través del deporte se pueden incentivar, apoyar y generar cambios en diferentes comunidades. Smith y Carlos fueron abucheados, expulsados y castigados; no obstante, provocaron que el mundo pusiera atención en una problemática. Dejaron ver que la lucha contra el racismo y discriminación no había acabado, sino que apenas comenzaba (y vaya que tenían razón).


Este acto marcó la pauta para que más atletas comenzaran a manifestarse en favor o en contra de ciertos ideales, tal como lo manifestó Akaash Maharaj (miembro del comité Olímpico Canadiense) al decir:


“En ese momento, Tommie Smith, Peter Norman y John Carlos se convirtieron en emblemas vivientes del Olimpismo. Desde ese momento inspiraron a generaciones de atletas, como a mí, que aspiran a seguir su ejemplo al anteponer principios antes que los intereses personales. Desafortunadamente, ellos eran mucho mejores seres humanos que los líderes del Comité Olímpico Internacional de ese momento.”[3]


En consecuencia, en años recientes hemos visto manifestaciones similares ante este tipo de problemáticas sociales con ejemplos como los encabezados por Colin Kaepernick, Sue Bird y Megan Rapinoe; el mismo Comité Olímpico Internacional en contra de las políticas del gobierno ruso durante los Juegos de Invierno Sochi 2014 o más recientemente Michael Jordan, entre muchos otros.


La discriminación y el racismo son problemas de los que ya no deberíamos estarnos preocupando en el año 2020; sin embargo persisten y es nuestra obligación atenderlos. El deporte es esa arma que nos ha demostrado que todos los seres humanos, sin importar su raza, edad, género o nacionalidad son capaces de convivir en armonía, respetarse, apoyarse y, sobre todo, compartir pasiones.


Dos guantes negros levantados hacia el cielo marcaron el inicio de una lucha dentro de un contexto que es pacífico y neutro; pero esos dos guantes demostraron cuál puede llegar a ser el poder de levantar la voz desde el deporte.





[1] Principios Fundamentales del Olimpismo, Carta Olímpica, p. 13 [2] Preámbulo, Carta Internacional de la Educación Física, la Actividad Física y el Deporte de la UNESCO, p. 1

[3] Traducción

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