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Foto del escritorJulio Rivero

Identidad Nacional

¡María del Rosario Espinoza avanza a la final de los Juegos Olímpicos de Río 2016!

Me encontraba en el tráfico de la Ciudad de México, impotente y desesperado por no estar frente a un televisor. Al menos tenía el consuelo de que había una estación de radio que transmitía la pelea de la taekwandoín mexicana y narraban , con la emoción correspondiente al logro, la obtención de una medalla más para la Delegación mexicana. Gritos de euforia y emoción se escuchaban en mi coche, y después fueron acompañados con el sonido de la bocina generado por mí con la intención de denotar más mi alegría. El resto del camino una sonrisa adornaba mi cara, y no había algo que pudiera impedirlo. Ese día en la noche fue necesario interrumpir el desarrollo de una reunión de amigos para poner la final de Taekwondo. México ganaba la medalla de plata. ¿México ganaba la medalla de plata?

19 de agosto de 2016, Lupita González, marchista mexicana, se coloca en las primeras posiciones de la prueba de los 20 kilómetros femeniles en los Juegos Olímpicos de Río. Mi futuro académico me obligaba en esos momentos a asistir a unas pláticas informativas dentro de la Facultad de Ingeniería de la UNAM. No recuerdo una sola palabra de aquel evento, mi cabeza pensaba en cuánto tiempo le quedaría a la prueba y si sería posible que la mexicana González siguiera en los primeros puestos. Terminó la plática a tiempo, y la competencia aún no concluía. La esperanza de ver a una mexicana cruzar la línea de meta en las primeras posiciones, seguía latente. Desesperado, corrí en la Universidad en busca de una televisión,(misión mucho más compleja de lo que imaginé) hasta que por fin encontré una pequeña pantalla antigua en una papelería a un costado de “Las Islas”, donde podría ver el final de la carrera. Poco tiempo pasó y ya éramos más de cinco personas congregadas alrededor de la papelería con la esperanza en nuestras manos. ¡Lupita González estaba en primer lugar! Mi mente no estaba ocupada más que en concentrar la vista en la televisión, las manos me sudaban y el corazón quería salir de mi pecho. En un cierre impresionante, la mexicana fue rebasada por la marchista china, Liu, y cruzaba la meta en segundo lugar ¡México ganaba la medalla de plata olímpica en marcha! ¿o sería que no?

Como éstas, tengo cientos de anécdotas en las que puedo narrar cómo es qué viví logros deportivos de atletas mexicanos desde que tengo memoria. La importancia personal que tienen las actuaciones de atletas de mi país a nivel internacional es, grandísima. Y de la misma manera, estoy seguro que le ocurre a un porcentaje altísimo de la población. La explicación de por qué es bastante sencilla.

Cuando un atleta mexicano se presenta a un escenario deportivo de relevancia mundial, entiendo que esa actividad es mi prioridad. El o la atleta portan en su uniforme el escudo o la bandera de mi país, por lo que están representando, intencionalmente o no, a las millones de personas que en él habitan, por lo que un logro suyo se siente como un logro de todos.

La representación internacional deportiva de cada país es el reflejo de un sistema nacional que comienza con la educación deportiva que se imparte en las escuelas primarias; en algunos casos, desde antes. La estructura, subsidio, relevancia y en general cultura, creada alrededor del deporte de un país, en muchas ocasiones dictará la cantidad de atletas talentosos que tendrá el mismo, así como los resultados que obtendrá en competencias a nivel internacional.

El deporte es un aspecto de la vida incuestionablemente político, social, educativo, económico, recreativo y pasional. Es decir, engloba muchísimas otras cuestiones que forman parte de la vida diaria. Por ello es fácil pensar que el deporte de un país es una representación, quizás no directa, pero más o menos precisa, de la forma de vida del mismo.

El caso de México es bastante claro. El deportista mexicano es un luchador que debe pelear contra un sistema que está dispuesto a apoyarlo únicamente ya que ha demostrado que puede ser exitoso. Es miembro de un sistema que se comporta de la misma manera que el resto de instituciones y programas del país. Con esto me refiero a que el programa deportivo mexicano está compuesto por un grupo de comisiones e instituciones plagadas de corrupción, falta de recursos, mala organización y estructura. Aunado a lo anterior, la cultura deportiva en México no es muy buena, pues aquí apostar el futuro de una persona a su éxito deportivo es un riesgo que en muchas ocasiones no vale la pena correr. Las probabilidades de obtener logros trascendentales como deportista, siempre son bajas. Por otro lado, en diversos países al atleta se la abren las puertas y conceden cientos de apoyos para que lo pueda intentar sin tener el miedo de que, en caso de no lograrlo, no tendrá recursos y conocimientos académicos que le permitirán continuar con una vida económicamente favorable fuera del mismo. Esa clase de oportunidades son las que permiten el desarrollo de una cultura deportiva desde el interior de los hogares. Esa clase de oportunidades son con las que el atleta mexicano generalmente no cuenta, y por lo mismo, es difícil que se cree una cultura deportiva mexicana.

A pesar de ello, existen los valientes deportistas que luchan día a día contra sus entrenamientos y un sistema que no apoya como debería, y a pesar de jugar con todo en su contra, logran ganar sus batallas y obtener un lugar en las competiciones de carácter mundial. Y dentro de ellas/ellos, hay algunos cuantos selectos que son capaces de subirse al podio y colgarse una medalla.

El/la atleta galardonado es la representación física de la concepción utópica que tenemos del mexicano. Es una persona fuerte que ha peleado contra un sistema que va en su contra, que a pesar de las pocas posibilidades que le fueron ofrecidas, logró triunfar y vencer a los más grandes, fuertes y poderosos de otros países, y al hacerlo, tomó los símbolos patrios y los pegó a su pecho. Es una persona que ayuda a volver grande a un país que muchas veces parece pequeño. Es alguien que tomó lo mejor de su país y lo utilizó a su favor, y porta la playera de México con orgullo, porque sabe que todo lo que tiene y lo que es, lo debe al país que le vio nacer. ¿Cómo no sentirse representado por una figura como esta? ¿Cómo no sentir un nudo en la garganta al verla/o con lágrimas en los ojos y la presea en su pecho? ¿Cómo no sentirme orgulloso de ser mexicano cuando en mi país hay representantes como ellos/ellas?

Es por ello que cuando María del Rosario Espinoza, Lupita González, Paola Espinoza, Ale Orozco, Germán Sánchez, Misael Rodríguez o cualquier otro atleta mexicano levanta una medalla a nivel olímpico, panamericano, paralímpico o mundial, se siente como si yo la estuviera levantando. El representante deportivo mexicano es la representación viva de la esperanza, y como mexicanos la esperanza es nuestro desayuno diario que permite salir de casa y creer en que todo estará mejor que el día anterior.

El deporte y la manera en que se maneja dentro de un país, es un reflejo de como manejan muchos otros aspectos de la vida dentro del mismo; por ello es que resulta fácil identificarnos con él, y de la misma manera, con los deportistas.

En cada país las personas se pueden sentir identificadas con sus representantes deportivos, porque de una manera son el reflejo de ellos mismos o del sistema en el que se desenvuelven día con día, y resulta muy fácil emocionarse con el triunfo ajeno. Cuando ella/él ganan, mi país gana, y en cierta medida, lo hago yo.

La realidad es que son pocos quienes ganan cuando una medalla aparece en escena. Nos gusta sentir el logro ajeno como propio y estar identificados con ellos es una motivante diaria. Pero la realidad es que no tenemos algo que ver con ese triunfo, a lo mucho que consumimos algún producto determinado que la o el atleta promueven y del cual reciben regalías, pero fuera de ello, la gloria y los triunfos son exclusivamente los atletas, su entrenador/a y su equipo de trabajo. Ellos son personas extraordinarias que sobresalen del resto de la población, imposible que nos representen seres que en realidad no son como nosotros. Son figuras heroicas, casi fantásticas, que nos hace soñar en la tierra del insomnio. Pero quizás así sea mejor, soñar despiertos es el principio de todo gran logro.

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