El descubrimiento del fuego ha sido uno de los eventos más importantes en la historia. Su dominio no solo permitió que los seres humanos encontraran una manera de mantener el calor corporal ante las heladas temperaturas, sino que generó un cambio en el estilo de vida, pues brindó diferentes opciones para protegerse, alimentarse y la posibilidad de llevar a cabo actividades en la oscuridad.
Si bien dentro del ámbito deportivo el fuego no es un instrumento esencial para el desempeño de las actividades, sí ha sido uno de los elementos más representativos del mismo, y esto lo vemos a través de la llama, antorcha y pebetero olímpico.
La Flama
La tradición de la flama olímpica surge en la antigua Grecia representando el robo del fuego, por parte de Prometeo, para compartirlo con la humanidad, convirtiéndose así en un elemento considerado como divino. Debido a esto, comenzó la tradición de que frente a todos los templos antiguos, siempre habría una llama encendida, tal como sucedió en el santuario de Olimpia durante la celebración de los Juegos Olímpicos.
Desde la antigüedad, y en una tradición que persiste hasta el día de hoy con el objeto de enfatizar la relación y conexión entre los Juegos antiguos y modernos, la flama olímpica se enciende unos meses antes que den comienzo los Juegos frente al templo de Hera. Para los Juegos Olímpicos modernos, la flama representa los valores positivos que se han asociado con el fuego. Esto se hace utilizando un skaphia – hoy conocido como espejo parabólico – y los rayos del sol.
El espejo parabólico tiene una curvatura especial que provoca que, al recibir los rayos del sol, éstos se proyecten hacia un punto en específico. Como consecuencia, al colocar la antigua antorcha olímpica en el centro del espejo, ésta se enciende. Además, la pureza de la flama está garantizada a través de su propio origen: los rayos solares.
Después de esto, comienza el trayecto de la flama olímpica por medio de antorchas modernas con sistemas de combustible – impidiendo así que la llama se apague - que va a través de diferentes ciudades alrededor del mundo, hasta llegar al pebetero olímpico colocado en el estadio de la ciudad sede de los Juegos en cuestión.
El recorrido de la antorcha
Hasta antes de 1936, la ceremonia de la flama olímpica quedaba únicamente en eso, el encendido. Fue hasta meses antes de que se celebrasen los Juegos Olímpicos de Berlín que el comité organizador, con el objeto de conectar las tradiciones antiguas con la celebración de los Juegos en ese momento, decidió que la flama olímpica debería llegar hasta la ciudad sede.
Se tuvieron que idear maneras de poder transportar el fuego desde Olimpia a Atenas, y de ahí hasta la ciudad alemana. En consecuencia, surge la idea de hacerlo a través de una antorcha diseñada por el mismo comité organizador con el apoyo de especialistas, que determinaran la mejor manera de hacerlo.
Esto poco a poco fue evolucionando en crear un símbolo que no solo representara la conexión entre los Juegos antiguos y los modernos, sino también la unión internacional que se genera entorno a la celebración de estas justas. De tal manera, se decidió que la llama olímpica se iría propagando a través de antorchas – previamente aprobadas por el Comité Olímpico Internacional – en un inicio transportadas únicamente por atletas, hoy en día tanto por atletas como ciudadanos, que recorrerían diferentes países hasta llegar a al estadio donde se realiza la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos.
Estando ahí, un atleta, exatleta nacional o persona que represente algo relacionado con el país de la ciudad sede, es el encargado de llevar la flama olímpica hasta el pebetero.
El Pebetero
Parece que no muchas personas están familiarizadas con este objeto. ¿Qué es? En términos sencillos, es ese objeto metálico – de gran tamaño – que se coloca en el recinto donde las ceremonias de apertura y clausura de los Juegos se llevan a cabo, y en el que, a lo largo de casi un mes, la flama olímpica permanece encendida.
Las últimas justas olímpicas nos han acostumbrado a ver una ceremonia de encendido de gran magnitud; desde México 68 con Enriqueta Basillo siendo la primera mujer en llevarlo a cabo, Montreal 76 donde se simbolizó la unión deportiva a pesar de las diferencias políticas, Barcelona 92 con Antonio Rebollo y el encendido a través de una flecha que atravesó el estadio de Montjuic. Li Ning en Pekin 08 al elevarse a través de unas cuerdas hasta llegar al pebetero; o Londres 12 en donde éste estaba formado por piezas metálicas que representaban a cada delegación olímpica.
La flama olímpica se ha convertido en uno de los símbolos más representativos de los Juegos Olímpicos y del olimpismo. No solo representa la pureza del deporte o la conexión con las tradiciones antiguas, sino que también representa la unión internacional y la paz temporal que provoca el deporte y el símbolo que deja en claro que las diferencias culturales, raciales, políticas y económicas no son importantes para el deporte.
Comments