El fútbol no es más que 22 personas corriendo detrás de un balón para intentar patearlo dentro de una portería; el salto de altura es una persona saltando y evitando chocar con una vara; el bobsleigh son un grupo de hombres en un trineo bajando por una colina empinada; y el boxeo son dos personas agarrándose a golpes hasta que uno tire al otro….
Creo que ya entendieron a dónde va esto. La intención de levantar más de una ceja o hacerlos fruncir el ceño, es que en sus mentes empezaran a arrojar argumentos a la defensiva con el objetivo de hacerme entender que cada uno de los deportes que mencioné, así como cualquier otro, es mucho más que su definición simplificada. Y tienen razón.
Intentar explicar por qué el deporte es mucho más que un grupo de personas realizando actividades que implican esfuerzo físico para conseguir un objetivo que de manera tangible no traerá beneficios sustanciales a la sociedad, es comenzar una conversación interminable. Hay miles de argumentos por los cuales se pueda defender al deporte, y cada uno de estos argumentos, a su vez, están compuestos de tantos elementos, que intentar mencionarlos todos no tiene caso. Es por ello que me atendré a un solo argumento, pero antes, un poco de historia:
Los juegos olímpicos tuvieron su primera aparición en el año 776 A.C y desde un principio juntaron a multitudes para presenciar atletas desempeñándose al máximo nivel. La congregación de personas aumentó conforme avanzaron los años y se fueron mejorando las facilidades en que se llevaban a cabo los juegos, es decir, se creaban estadios que permitieran que más personas pudieran asistir.
Tal era la importancia de este evento, que en el siglo XIX A.C. se crea la Ekecheiria, o tregua olímpica. Este tratado fue hecho por tres reyes, y consistía en un arreglo que permitía a las personas acercarse a la ciudad de Olimpia con certeza de que estrían seguras, durante el período de los juegos, pues a todo quien entrara se le prohibía el paso con armas, y en la región de Ilia no se permitiría ningún acto de hostilidad durante los juegos. Esta noticia era transmitida a todos los pobladores, y una falta al tratado sería considerada una falta al mismísimo Zeus, a quien se dedicaban los juegos. El deporte, en específico, los juegos olímpicos, se instauraron como un mecanismo de paz por un período que se llegaba a prolongar hasta tres meses.
Es cierto que, en ese entonces, detener las hostilidades podría parecer sencillo, pues la magnitud de los problemas era menor, al igual que la cantidad de los mismos. A pesar de ello, en 1992 el Comité Olímpico Internacional instó a que se evaluará la posibilidad de reinstaurar este principio de la antigüedad y adaptarlo a la era contemporánea. Es por este motivo que, en 1993, se proclamó la tregua olímpica contemporánea. Ésta surgió como “ expresión del deseo de los hombres de edificar un mundo basado en las reglas de la competición leal, la humanidad, la reconciliación y la tolerancia. Por otra parte, la tregua olímpica es un hilo que enlaza esta sabia tradición antigua con el más imperioso objetivo del mundo contemporáneo: mantener la paz internacional y promover el diálogo, la cooperación y el entendimiento entre las distintas culturas”[1].
La tregua olímpica busca el cese de los conflictos internacionales en todo el período de los juegos olímpicos; es decir, una semana previa, los juegos y una semana posterior a éstos. La idea de la tregua es que, durante el cese de actividades bélicas o conflictos internacionales violentos, las naciones puedan dialogar y llegar a acuerdos pacíficos a sus problemas.
La paz, concepto utópico en el mundo contemporáneo, encuentra su punto más alto una vez cada 4 años. Y esto no es debido a reuniones internacionales de políticos o a trabajo de la ONU. Es gracias al deporte.
En la junta número 169 de la UNESCO, en que se trató el tema de la tregua olímpica, se dijo que: “La humanidad aspira a un mundo sin odio, terrorismo ni guerra, un mundo en que los ideales de paz, buena voluntad y respeto mutuo pongan los cimientos de las relaciones entre los pueblos y los países. Quizá tal objetivo parezca todavía quimérico, pero si la tregua olímpica puede aplacar esos conflictos, aunque sólo sea brevemente, servirá para transmitir un poderoso mensaje de esperanza a la comunidad internacional” [2].
Los principios de olimpismo (leer más en la entrada publicada anteriormente) se emplean comúnmente refiriéndose a las competencias acontecidas durante los juegos olímpicos, pero aplican para todos los deportes practicados. Y son estos principios y sus objetivos los que se busca sean transmitidos a todo el mundo.
A través del deporte, de esos seres humanos corriendo rápido en una pista de tartán o haciendo piruetas en gimnasios, se promueve y alcanza la paz.
Es aquí cuando nos ponemos a pensar que el deporte trae muchos más beneficios que la simple recreación, salud física y entretenimiento (que por sí solas son cuestiones mayores). La ambición deportiva, tanto dentro como fuera de las competencias, es infinita y apunta siempre a las estrellas, con el objetivo de un día atraparlas. En este caso nuestra estrella es la paz, y al menos durante un mes y medio, el deporte es capaz de conseguirla y ponerla en las manos de las personas, para lograr que lo único importante en este tiempo, sea lo menos importante: El deporte.
Un mes y medio cada cuatro años, el deporte logra la paz internacional como no se ve en otro momento. Aunque no es un secreto que todos los días del año, el deporte se esfuerza por conseguir la paz local y, a través de todas sus múltiples formas, logra hacer que las personas dediquen su tiempo y energía dentro de una pista, alberca o campo de beisbol, en vez de hacerlo en las calles. Busca que las personas piensen en estrategias para vencer a los equipos contrario, y no para lastimar al otro; que el robo más común sea el de bases, que los golpes se den dentro de un cuadrilátero, con guantes en las manos y que el dolor más grande sea el que ocasiona no quedar en el podio. El deporte es responsable de la (mucha o poca) paz local todo el tiempo, mientras que lo es de la paz internacional dos semanas, más el tiempo que duran los juegos olímpicos.
El deportista es un ser utópico, y de la misma manera lo es el deporte, gracias a ello es que podemos soñar en que la vida que el olimpismo busca en todas las personas algún día será una realidad. Por lo pronto tenemos un mes y medio de paz, que no es poca cosa.
[1] UNESCO. Consejo Ejecutivo, 169th, 2004, p.2 [2] Idem
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